domingo, 7 de diciembre de 2008

Segundo Domingo de Adviento

¡Prepárate!

Is 40, 1-5. 9-11: Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios... Una voz grita en el desierto preparadle un camino al Señor, allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; queque los valles se levanten , que los montes y las colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.

2P 3, 8-14: Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un nuevo cielo y una nueva tierra, en la que habite la justicia.

Mc 1, 1-18: Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos.
Al igual que el domingo anterior se proponía la vigilancia como un talante de vida; en esta ocasión se nos invita a integrar en nuestra vida la actitud de estar dispuestos, preparados. Esta venida del Señor hay que prepararla. Los textos de este domingo insisten en esta actitud de espera y de preparación. Pero para poder descubrir y experimentar de verdad esta venida, esta presencia, es necesario un terreno preparado.

Estar preparados es la llave que abre nuestras puertas al Señor. Preparados significa ver los obstáculos y los candados que hay en nuestra vida para poner remedio y hacerlos desaparecer.
En este tiempo tenemos una tarea importante: la de descubrir qué puertas tenemos cerradas y qué candados ponemos que impiden a Dios y los hermanos entrar en nuestras vidas. El Señor nos propone abrir todas estas cerraduras y Él mismo se nos da como la llave capaz de abrir toda puerta cerrada, a nosotros sólo nos queda estar disponibles, preparados. ¿Qué pasos hemos de dar? ¿Qué “candados” habría que abrir de nuestras vidas y que nos tienen cerrados a esta venida? ¿Cómo hemos de preparar nuestro corazón?. He aquí algunas actitudes vitales que nos ayudan a preparar la venida del Señor, a abrir los “candados” y las “cerraduras” de nuestra vida:
Lo primero es creer, es decir, fiarse de Dios, no en otros diosecillos o imágenes de Dios; dejarse querer, abrirse al amor, estar dispuesto a abrir la puerta de nuestra casa a la primera llamada del Dios-Amigo; liberarse de los apegos que no nos dejan ser personas; empezar de verdad a compartir pues no tendríamos tantas cosas si supiéramos compartir; amar, como Dios nos ama, pero no sólo a Dios que está en los cielos, sino al que anda por ahí y se le puede encontrar en cualquier calle o en cualquier casa, al Dios permanente encarnado, al dios más cercano, al Dios más visible, al Dios más necesitado.

Esta preparación de los caminos del Señor es lo que llamamos “Proceso de Conversión”. Ser cristianos supone vivir en clave de constante reforma, dispuestos a cambiar todo aquello que no permite que el Señor se haga presente en nuestras vidas.

¿Cuáles son las puertas cerradas de tu vida?
¿porqué están cerradas? ¿cómo se pueden abrir?
¿Cómo puedes preparar la venida del Señor? ¿de qué candados te has de liberar?

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