¡VIGILA!
Is 63, 16b-17; 64, 1. 3b-8: ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! ...sales al encuentro del justo. Nosotros somos la arcilla y tú el alfarero.
1Co 1, 3-9: De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que guardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Mc 13, 33-37: Velad, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Al empezar el Adviento, escuchamos, lo primero, un timbrazo de alarma. ¡Vigila!. Lo necesitamos, porque el Adviento es tiempo de esperanza y la esperanza ha de ser atenta y vigilante. ¡No cerréis los ojos, mirad bien. No durmáis tanto, despertad. Encended vuestra esperanza!.
1Co 1, 3-9: De hecho, no carecéis de ningún don, vosotros que guardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.
Mc 13, 33-37: Velad, pues no sabéis cuando vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Al empezar el Adviento, escuchamos, lo primero, un timbrazo de alarma. ¡Vigila!. Lo necesitamos, porque el Adviento es tiempo de esperanza y la esperanza ha de ser atenta y vigilante. ¡No cerréis los ojos, mirad bien. No durmáis tanto, despertad. Encended vuestra esperanza!.
Sabe el Señor que tendemos fácilmente al sueño y a la modorra. Vivimos distraídos, descuidados y olvidados. Cristo se hace presente en cualquier oportunidad. Necesitamos velar para reconocerlo y acogerlo. Es lo propio del Adviento. El señor está cerca. El señor viene. Es el tiempo de la preparación.
El Señor nos invita a velar porque sólo así tendremos los ojos abiertos para descubrirle. Nuestro deseo posiblemente sea como el del profeta Isaías, quien pide a Dios que baje de los cielos y derrita los montes con su presencia. Pero la realidad es que Dios prefiere otros medios más sencillos para comunicarse con nosotros.
Dios se hace presente en medio de nuestra vida cotidiana, no llega con grandiosas señales y efectos especiales, sino en la sencillez y discreción de los acontecimientos más corrientes y cotidianos. Descubrirle en la vida es una de nuestras tareas más difíciles e importantes como cristianos, pero eso sólo se puede conseguir si vivimos en una constante actitud de búsqueda y atención.
Esta es pues una de las claves para poder llegar a la Navidad y dejar que Dios entre en nuestras vidas. ¡Vigila!. La vigilancia es fruto de la fe, de la esperanza y del amor. Vigilamos cuando esperamos, vigilamos cuando creemos, vigilamos cuando confiamos, vigilamos cuando amamos. ¡No dejemos de velar!.
¿Cuánta atención dedicas a ver cómo va tu vida?
¿Vives en actitud de vigilancia y búsqueda?
¿Tienes los ojos bien abiertos para descubrir al Señor en medio de lo cotidiano?
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