jueves, 7 de agosto de 2008

Testimonio de Pilar

Durante los días que estuve allí yo estaba atenta a todo, para aprender y crecer; pero lo que sucedía era que me quedaba con la teoría, pues me había forjado tal escudo que no me dejaba empapar por los acontecimientos.

El lunes Manolo hizo que se cayera parte de mi escudo y el resto se fue desgranando poco a poco hasta que el domingo el Señor me dejó al descubierto, haciéndome ver que el tesoro que me había hecho encontrar (evangelio del domingo 27 de julio, Mt.13, 44-52) en mi no era mío sino suyo. Pero aún sabiendo todo esto, cuesta dar aquello que es parte de ti.

Bien cierto es eso de que “Jesús vino a remover nuestros cimientos demasiado instalados”. Pues la cantidad de emociones y sentimientos que el martes afloraron en cada persona durante la despedida, terminaron de derrumbar todas mis excusas, mis miedos, comodidades… que yo había incorporado en mis cimientos y sólo quedó en pie y al descubierto aquello que el Señor me había regalado. Y es que terminé por comprender (porque aunque lo sabía, no siempre lo comprendía) que lo que gratis hemos recibido gratis hemos de darlo.

Esta experiencia me ha hecho ver que ya está bien de escudo y que va siendo hora de que me lo quite ante ciertas personas y situaciones; y creo que he de empezar por mis padres, compartiendo con ellos algunas de mis sensaciones, sentimientos y deseos.

He de decir que más de una vez me he cuestionado de si este es mi camino, pero con lo vivido estos días tan intensos he visto más claro que nunca que mi vida está junto al Señor, dónde Él me lleve y dándome a los demás.

Sé que todavía queda mucho por pulir del diamante que el Señor quiere hacer de mí, pero creo que en este campo de trabajo me ha quitado una gran costra y me ha hecho más libre; por ello le doy gracias.