Cada domingo vamos a la Eucaristía para alimentar nuestra vida de fe por
medio de la escucha de la Palabra y, con las debidas condiciones, recibir en la
Comunión al Señor. Nos miramos cada domingo en el espejo de Cristo y recibimos
de Él la mejor enseñanza para la vida. De ninguna manera podremos decir que las
misas son aburridas, si alguien lo dice es que falla algo. Revisad si vais con
el convencimiento de encontraos con Cristo, de si vais a escucharle o vais con
la puerta de vuestro corazón cerrada. En este domingo nos hablará sobre nuestra
relación con el prójimo.
En la primera lectura se determina como debe ser la relación con los demás,
entre los hermanos, el modelo que presenta es el de Dios: Dios es santo, pues
vosotros debéis ser santos. ¿Os parece imposible? Él lo hará posible; se nos
dice que le imitemos, que no nos conformemos con hacer lo que todos hacen,
debemos hacer más, ser capaces de amar al prójimo, hasta a los enemigos. Jesús
especifica que quiere caridad, generosidad, entrega.
En el salmo responsorial podemos ver lo que significa ser santo, como Dios
es santo: compasivo y misericordioso; perdona, cura, rescata, colma de gracia y
ama a los que le odian. Como este Padre debemos ser los hijos, lograr que
nuestro corazón y nuestros sentimientos vayan por este camino es una tarea
diaria, el reto de nuestra vida espiritual. Esta semana nos llevamos trabajo a
casa: no podré decir que estoy atento a lo que Dios me pide, si no soy capaz de
imitarle. Los deberes están claros: lento a la ira, comprensivo, perdonador,
rico en clemencia... La caridad con el hermano aparece como una consecuencia
absolutamente ligada a nuestra fe en Dios y se debe notar en nuestro estilo de
vida.
La manera de ser, que nos
pide Dios es algo más que ser educados, se trata de un estilo basado en el amor
gratuito, desinteresado, de entrega sin esperar recompensa. El amor siempre es
comprometido, incluye, como ya nos dice la primera lectura, la corrección
fraterna; amar no significa cruzarse de brazos, es estar dispuesto a ayudar;
presentar la otra mejilla escandaliza sólo a quienes no comprenden las razones
de la fe… Te propongo que antes de darle la paz al de al lado, lo pienses bien,
porque le dirás el mismo “Amén” que a Cristo en la Comunión.
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