En medio de una sociedad, donde tanto se busca y
tanto se ofrece, implica relacionarnos con personas y organizaciones.
1.Hoy, Juan Bautista, nos acerca una
carta de presentación de Jesús de Nazaret y con un objetivo: atraer nuestra
atención y, sobre todo, ver todo el historial que –ya desde antiguo- completaba
el currículum de Aquel que, siendo Niño, fue bautizado en el río Jordán y que
ha iniciado su vida pública.
Es
una carta de presentación un tanto original: viene a quitar los pecados del
mundo. No viene con grandes programas de actuación (o por lo menos con aquellos
a los que estamos acostumbrados). Su objetivo no es otro que llenarnos de paz
de Dios y acercarnos un poco la gracia de Dios para que nos sintamos sus hijos.
Hoy, Juan Bautista, con la carta de
presentación de Jesús nos hace sentir que el dolor es posible llevarlo sin que
nos aplaste. Que con la llegada de Jesús, siervo humilde y dócil, es posible
encontrar respuestas a mil absurdos que nos crean dudas, incomodidad o
infelicidad.
Se
acercaba un joven a una oficina de empleo. Al llegarle su turno, el funcionario
–con frialdad más que con profesionalidad- le preguntó: ¿Qué garantías nos trae
vd para trabajar? El joven, un tanto decepcionado, contestó: traigo lo que soy,
mi persona, mis ganas y necesidad de trabajar.
Ese
es Jesús. No tiene más pretensiones que ofrecer todo su ser a favor del Reino
de Dios, una realidad invisible pero visible en la medida que nos esforzamos
por convertir la injusticia en justicia, la mentira en verdad, la cobardía en
audacia, la tristeza en alegría, la tacañería en bondad. Y, esto, puede que en
“currículum” que exige el mundo, no sea bien recibido. ¡Estamos tan
acostumbrados a exigir profesionalidad y no dignidad!
2.Hoy,
ante el mostrador de nuestra vida cristiana, se presenta un tal Jesús con una
credencial muy genuina: “Cordero de Dios”.
Aquel que es capaz de dar la vida por los que somos tan económicos a la
hora de ofrecerla. Aquel que camina por delante, cuando nosotros, preferimos
estar detrás de la barrera en situaciones complicadas o que nos pueden traer
sin sabores. Aquel, Jesús, que disfruta sirviendo –no sólo las estipuladas 8
horas laborales- sino en jornada continua y sin remuneración alguna. Bueno sí,
con un poco de amor…se paga a Jesús y al mismo Dios.
A
muchos, esta forma de presentarse Jesús, les dirá poco o nada. Están, estamos,
acostumbrados a las luces, sonidos, marketing y espectáculo. Pero, Juan
Bautista, nos dice que el Cordero de Dios es aquel que –lejos de buscar un
empleo con tan pobre currículum- busca y tiene un objetivo: llevarnos a Dios y hacer
que vivamos como hijos de Dios.
Ojala,
también de nosotros, pudieran decir: éstos son los que hacen frente a muchas
dificultades; los que aligeran el peso de los hombros de los demás; los que se
sacrifican y trabajan en movimientos eclesiales para que, niños, pobres,
sacerdotes, parroquias, o fines sociales sigan adelante. ¡Éstos son los que
“como corderos” ofrecen la lana de su tiempo y la sangre de su carisma, su
creatividad o su espiritualidad para que, la Iglesia y el Reino de Dios, o el
Reino de Dios y la Iglesia, sigan brotando como paz amor de Dios en la tierra.
Que,
en estos días en los que celebramos el Octavario por la Unión de los
Cristianos, pidamos al Buen Pastor, al único Señor, que la Iglesia –más pronto
que tarde-vuelva a ser también una única casa, presidida y fortalecida por la
unidad de todos los cristianos. Al fin y al cabo, en uno de sus puntos, Jesús,
lo dejo bien claro: “que todos sean uno”.
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