LOS
CATEQUISTAS QUE QUIERE EL PAPA FRANCISCO.
1. Catequistas modelos de Fe:
Todos, al hacer memoria de nuestro propio proceso personal de crecimiento en la fe, descubrimos rostros de catequistas sencillos que, con su testimonio de vida y entrega generosa, nos ayudaron a enamorarnos de Cristo.
Todos, al hacer memoria de nuestro propio proceso personal de crecimiento en la fe, descubrimos rostros de catequistas sencillos que, con su testimonio de vida y entrega generosa, nos ayudaron a enamorarnos de Cristo.
2. Catequistas que viven el encuentro personal
con el Señor:
Toda
vocación, mucho más la del catequista, presupone una pregunta: ¿Maestro, dónde
vives? Ven y verás... De la calidad de la respuesta, de la profundidad del
encuentro surgirá la calidad de nuestra mediación como catequistas. La
catequesis necesita de catequistas santos, que contagien con su sola presencia,
que ayuden con el testimonio de su vida.
3. Catequistas que busquen el encuentro
personal y vivo a través de la Eucaristía:
Todos
experimentamos el gozo, como la Iglesia, de ésta presencia cercana y cotidiana
del Señor Resucitado hasta el fin de la historia. Misterio central de nuestra
fe. En la visita y la adoración al Santísimo experimentamos la cercanía del
Buen Pastor.
4. Catequistas que combatan la miopía
espiritual:
Estamos en
tiempos de miopía espiritual que hace que se quiera imponer como normal una
cultura de lo "bajo", en que parece no haber lugar para la
trascendencia y la esperanza. Hoy más que nunca, surge el deseo del hombre:
"Queremos ver a Jesús". Muchos rostros que, con un silencio más
decidor que mil palabras, nos formulan este pedido.
5. Catequistas adoradores:
Porque
adorar es postrarse, reconocer desde la humildad la grandeza infinita de Dios.
Sólo la verdadera humildad puede reconocer la verdadera grandeza. Una de las
grandes perversiones de nuestro tiempo es que se nos propone adorar lo humano,
dejando a un lado lo divino. No adorar lo no adorable es el gran signo de los
tiempos de hoy. ídolos que causan muerte no merecen adoración ninguna, sólo el
Dios de la vida merece "adoración y gloria". Adorar es decir AMEN.
6. Catequistas conscientes de ser vasijas de
barro:
Con la misma mirada contemplativa con la cual hemos descubierto la cercanía del Señor de la historia, reconozcas en tu fragilidad el tesoro escondido, que confunde a los soberbios y derriba a los poderosos. Abraza tu fragilidad, reconoce tu barro, así darás culto, sólo al verdadero Dios.
Con la misma mirada contemplativa con la cual hemos descubierto la cercanía del Señor de la historia, reconozcas en tu fragilidad el tesoro escondido, que confunde a los soberbios y derriba a los poderosos. Abraza tu fragilidad, reconoce tu barro, así darás culto, sólo al verdadero Dios.
7. Catequistas audaces y fervorosos. Implica
navegar mar adentro;
Audacia
que nos lleva a anunciar a Jesucristo con toda nuestra vida. En esta
espiritualidad de navegar, existe la tentación de traicionar la llamada a
marchar como pueblo, renunciando al mandato de peregrinación como pueblo, para
correr alocadamente la maratón del éxito. De esta manera nos sumaremos a la
cultura de la exclusión, en la que sobra el anciano, el niño, donde no hay
tiempo... Hace falta mucha audacia para trabajar unidos a la Iglesia y contra
la corriente. Caminar como pueblo siempre es más lento, no faltando el
cansancio y el desconcierto, pero confiados en la invitación a renovar el
fervor de la audacia apostólica, en comunión y unión al sacerdote y los
pastores.
8. Catequistas, hombres y mujeres que
anuncian cómo es el Señor:
Ser catequista no es enseñar catequesis, sino
es, desde tu pecado, dejarte mirar por Jesús que te salva, y llevar esa alegría
de la salvación a todos los demás explicándoles como es el Señor, pero que sea
realmente Señor de los catequizandos. Para lo que hay que ayudarles a rezar en
profundidad, adentrarse en sus misterios, a gustar de su presencia... No
vaciando el contenido de la catequesis, reduciéndola a simples ideas que llevan
a la enfermedad de la historia.
9. Catequistas de este tiempo:
Somos
catequistas de este tiempo, de esta Iglesia. Y, por ser catequistas de este
tiempo marcado por la crisis y los cambios, no hemos de avergonzarnos de
proponer certezas... No todo está en cambio, no todo es inestable, no todo es
fruto de la cultura o el consenso. Hay algo que se nos ha dado como don, que
supera nuestras capacidades, que supera todo lo que podamos imaginar y pensar.
El catequista ha de vivir lo que nos dice S. Juan: "Hemos conocido el amor
que Dios nos tiene y hemos creído en él". Podemos decir con el apóstol
Pablo: "Sé de quién me he fiado".
10. Catequistas que salgan a "LA
PERIFERIA":
Animados a
pensar la pastoral de la periferia, desde aquellos que están más alejados, de
los que habitualmente no concurren a la parroquia. Ellos también están
invitados a la Boda del Cordero. Dios los ha llamado a ser sus catequistas, en
esta Iglesia, para que sean parte y protagonistas de la asamblea, no para
manejar, ni imponer, gobernar, mandar, o buscar enfrentamiento y lucha, sino
para hacer juntos la apasionante experiencia de dar a conocer a Cristo, y dejar
que sea Dios quien escriba la historia.
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