REFLEXIÓN DOMINGO XXXII
¿Pero tú
crees en la resurrección después de la muerte? ¡Por supuesto! ¡Lo creo y no
pierdo nada! Así de
contundente, un sacerdote, contestaba en plena calle a una interpelación de un
periodista en plena calle.
1.Los saduceos, que no creían en la
resurrección, se mofaban de ella y por añadido de los que profesaban esta
creencia. Hoy, como entonces, también nos toca asistir constantemente a
encuestas que nos dicen que un alto porcentaje de católicos no creen en la
resurrección. A lo que, con el evangelio en la mano, habrá que responder: ni
son católicos ni son cristianos. ¿Por qué? Porque el cristianismo se sustenta
en esa verdad fundamental: la resurrección de Cristo y, con ella, la de cada
uno de nosotros.
Ser
testigos de esta verdad es una misión que, aunque resulte difícil, se convierte
en un signo de la fortaleza y vigorosidad de nuestra fe y, sobre todo, de
nuestra fidelidad a Jesús.
Una vez
celebrada la Festividad de Todos los Santos y de Todos los Difuntos, se nos
impone una reflexión:
-¿Valoramos
y mantenemos vivo el recuerdo por nuestros difuntos?
-¿Tratamos
con respeto sus restos? Resulta llamativo, por lo menos en algunos lugares de
España, cómo levantamos monumentos a mascotas y –en cambio- una vez incinerados
los restos de nuestros seres queridos los dispersamos por montes, mares o
jardines. ¿Es correcto? ¿Dónde queda entonces la memoria de nuestros difuntos? ¿Acaso
nos estorban? ¿Tal vez nos incomoda el visitarles una vez al año? Algo, en este
sentido, tiene que cambiar y a mejor.
Somos semillas de esperanza pero, esas semillas, ¿no deben de ser
tratadas con mimo y depositadas en un lugar digno?
2.Como cristianos, y al igual que
aquellos niños macabeos, esperamos en Dios. Sabemos que, es mejor morir según
Dios que atenazados por la frialdad y la incredulidad del mundo. No acompaña el
ambiente ni, mucho menos, las ideologías que endiosan lo pragmático y ridiculizan
hasta lo más santo.
Frente
aquellos que sólo creen en lo que ven, nosotros –por la Palabra del Señor- y
por su muerte y resurrección, creemos en lo que no vemos: ¡resucitaremos!
Un
profesor, ante una pregunta de un alumno sobre este tema, le respondió: “mira;
si hay algo es mucho lo que gano…y si no hay nada (cosa que no creo) no perderé
mucho menos que tú y, además, habré vivido con esperanza”.
Vale la pena, amigos, creer y
fiarnos de las palabras del Señor. Vale la pena sufrir calumnias y burlas,
incomprensiones o sonrisas malévolas cuando sabemos que, después del
sufrimiento y de la prueba, han de quedan en evidencia aquellos que vivieron
sin Dios y, por el contrario, hemos de disfrutar de una vida eterna con el
Señor aquellos que creemos profundamente en El.
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