me invitas al desierto.
Tú que conoces mi corazón
sabes el miedo que me da el silencio,
sabes también el miedo que me da
encontrarme sin nada que me distraiga
y tener que encontrarme... conmigo mismo.
Me da miedo el desierto, Señor.
Pero te pido, a pesar de todo,
que me conduzca a él tu Espíritu.
Y, una vez en desierto,
vacía mi corazón de cosas y ruidos,
y crea en él un espacio fecundo
de silencio y de libertad:
llénalo con tu Palabra
y sácialo con tu Pan.
Amén.
2 comentarios:
Da miedo, si, da mucho miedo ir al desierto, encontrarse con uno mismo, escuchar la voz de dios desde ese silencio y ver que nos pide, revisar todo nuestro ser y darnos cuenta de lo que está mal, de lo malo, de lo corrupto de nuestro cuerpo.
A pesar de ese miedo, a pesar de ese momento de soledad, sabemos que al final vamos a encontrar un Jesús misericordioso, un Jesús con los brazos abiertos, un Jesús que está ansioso porque celebremos la Pascua.
Vayamos al desierto, descubrámonos, caminemos.
Un abrazo
+ Paz y bien +
Javier
Es verdad que da miedo estar solo, que causa verdadero pavor mirar a nuestro interior y ver qu hay muchas cosas que no nos gustan de nosotros, que tenemos que mejorar... Pero es verdad que no estamos solos, Dios está con nosotros, no nos abandona, quiere acompañarnos en esos momentos difíciles en los que nos tenemos que enfrentar a nosotros mismos.
Son momentos duros pero muy necesarios. Es necesario estar en desierto para luego saborear los oasis de nuestra vida, es necesario darnos cuenta de que hay que morir para resucitar, y que estas situaciones por desagradables que a veces parezcan son las que nos ayudan a crecer como personas y como cristianos porque nos acercan más a Dios. En estos momentos nos damos cuenta de nuestra pequeñez, y que sin Él no somos nada, y que Él es quien da plenamente sentido a nuestras vidas.
Nuestra vida de cristianos ha de pasar por momentos de cruz para luego resucitar, por momentos de oscuridad para luego ver la luz verdadera, Cristo.
Que esta cuaresma nos sirva para reencontrarnos con nosotros mismos y con Dios, a través de el silencio.
Marian
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