va María Magdalena de madrugada
al sepulcro cuando todavía estaba oscuro...
Vaya, Magdalena… la del corazón roto. La que no se esconde al final, digan lo que digan los judíos o los romanos. La que, viendo a Jesús roto, te rompes un poco tú. Porque le quieres, porque con él has vivido el perdón, la dignidad profunda y te has sentido parte del círculo de quienes han compartido su vida, sus días de camino y sus proyectos de Reino. Sobre María Magdalena se habla mucho.
En ella se “unifican” tantas Marías de los evangelios: que lloran a los pies de Jesús, que son perdonadas por su pecado, que le siguen sin fisuras. Hay quien quiere ver en ella a una mujer enamorada, ¿y quién no, de alguien como Jesús? Es la que también ha sentido cada golpe como propio, y ante la cruz se ha visto morir un poco. Es la que, en la hora más oscura, del fracaso y el dolor, sigue dispuesta a dar la cara y a defender aquello en lo que ha creído. Y tal vez por eso, es la primera que va a descubrir al Jesús vivo.
¿A qué o a quién soy yo “fiel” en mi vida?
¿Dónde se pueden vislumbrar destellos del Dios vivo?
¿De alguna manera el evangelio es para mí fuente de dolores y de alegrías?
Haznos Fieles a ti,
fieles a tu palabra
fieles a tu voz, a tu voluntad
fieles a tu Evangelio
a la buena noticia
haznos fieles como eres tú.
FIELES, CUANDO ES DE DÍA
Y DE NOCHE TAMBIÉN
FIELES A TU LADO, CONTIGO
POR TI, PARA TI
EN LA CALMA Y EN LA TEMPESTAD
Haznos fieles al sur,
fieles a los pequeños
fieles en la lucha por un mundo mejor
fieles a los pobres, a los excluidos
haznos fieles como eres tú
Haznos fieles al pan,
fieles a tu cuerpo
fieles a este vino, a la comunión
fieles sin complejos, fieles apasionados
haznos fieles como eres tú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario