_ Ahora yo, ahora yo…
_Tranquila, no te preocupes que el payaso happyson no se cansa de jugar con vosotros. Pero lleva cuidado no te fatigues mucho, yo iré hasta tu cama- le decía a una niña que como una flecha levantaba su mano intentando captar su atención. Mientras, una mujer con lágrimas en los ojos miraba la escena desde la puerta de la habitación de aquel hospital infantil.
_ Bueno niños, llega la hora de descansar pues sino la semana que viene, si estáis cansados, no me dejarán las enfermeras venir y no poder traeros la sorpresa que os he prometido.
_ Siiii, ven happyson vennn.
_ Venga, pues entonces nos despedimos con el “hapysaludo”. ¡Narices preparadas!_ y todos los niños de aquellas fría sala sacaron de entre las sábanas una nariz roja de goma, la pusieron sobre las suyas, y con las manos en la cabeza, simulando unas orejas de animal, las agitaron, mientras reían y se despedían de su amigo el payaso happyson.
Gracias, Dios te lo pague, hoy he visto de nuevo en mi hija la mirada de niña, que el cáncer le ha arrebatado. ¿Quién eres? ¿de dónde eres? ¿perteneces a alguna asociación?_ preguntó la emocionada espectadora de aquel espectáculo.
Que más da señora, no se preocupe de quien soy, o mejor, simplemente piense que soy alguien que quiere mucho a estos niños, incluida su hija_ contestó el payaso, mientras enjugaba una lágrima que comenzaba a correr por su mejilla, mezclándose los colores de la pintura que lo caracterizaba.
Pero, ¿Por qué haces esto?, insistió ella.
Por amor, sólo por amor._ respondió el joven payaso.
Pero ¿cómo alguien tan joven como tú puede dar un amor así?, preguntó.
¿Sabe? Yo no me cuestionó si lo que doy es amor, simplemente lo hago como respuesta al que siento que otro tiene por mí. Es tan grande ese sentimiento que solamente deseo llenarme más de él y para eso tengo que también compartirlo con los demás. Y así, en la medida en que lo doy a otros, dejo espacio en mí para seguir llenándome de él……. No soy muy bueno explicándome, así que seguro que no me entenderá, pero es lo único que le puedo decir._ Y sacando una nariz roja de goma del bolsillo de su chaqueta remendada con parches de colores, se la entregó y se marcho.
Desapareció tras una puerta al final del solitario pasillo, mientras atrás, muy débilmente, escuchaba las risas de los niños con los cuales había pasado aquella mañana de sábado. Al poco tiempo la puerta se abrió, la mujer que todavía observaba y que esperaba ver de nuevo a aquel mago de ilusiones, solo pudo ver salir de aquella sala a un joven, que con mochila al hombro, la miró, sonrió y se marchó.
MVM
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