_¿Cómo puedo saberlo? Yo siempre le pregunto, pero nunca encuentro respuesta.
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_¿Será que no has comprendido todavía el lenguaje de Dios? Entra en lo profundo de tu corazón.
Explora hasta en el último rincón y allí, en lo más oculto, encontrarás una habitación con la puerta de entrada entre-abierta. No tengas miedo, sigue adelante, entra, y allí lo encontrarás.
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Quédate junto a Él, muy cerca de Él, a su lado, por un momento. Siente su presencia en ti. Escucha sus palabras... y su proyecto...
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Y cuando salgas, no cierres la puerta. Deja que el susurro de su voz escale por las cuerdas de tus miedos y desconfianzas. Deja que la llama de su voz arda en tu interior y que su resplandor ilumine tu vivir.
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Y, cuando creas que se ha vuelto a enmudecer, vuelve de nuevo a su habitación y comprueba si la puerta, por algún motivo, se entornó.
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Por tanto, querido amigo, no lo busques fuera, no lo busques donde el tiempo todo lo marchita. Búscalo en tu adentro, en el templo donde Él siempre ha querido habitar. Búscalo en ti.
Te busqué Señor
en el silencio de los montes,
en el murmullo de los árboles,
en la música serena de la fuente.
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Te busqué Señor
en la inocencia de los niños,
en la alegría de los jóvenes,
en la humildad de los mayores.
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Te busqué, en el silencio, Señor
pero no te encontré
porque mi vida estaba inquieta.
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Pero ahora te he encontrado Señor.
En mis miedos y mis dudas, te encontré.
Como voz que susurra en mis adentros
y como fuerza que me impulsa
a alzar el vuelo, te encontré.
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Te he encontrado Señor,
como llama que quema mis agobios y tristezas.
Como luz que ilumina mis cegueras, te encontré.
Como regalo que espera mi respuesta,
que busca en mi interior un: Sí, te quiero Señor.
Manolo
TMGDCC