No podemos luchar todo el tiempo ni en todas las causas. Hay batallas que merecen la pena y otras que no. Hay en la vida algunas historias que claman por rebeldía, y otras que quizás es mejor asumir. También en la fe. Y en el amor. Y en la esperanza. Por eso es necesario que nos des luz para acoger tu llamada, para pelear donde haga falta y no embestir contra muros insalvables
“Se dio la vuelta, entristecido, porque tenía muchas riquezas” (Mc 10,22) |
La palabra conformismo suena mal. Evoca la falta de espíritu para luchar, para oponerse a lo que conviene derribar, para gritar contra el silencio injusto. Y ciertamente, hay que ser un poco inconformistas. Intuir nuevos caminos. Pelear. No hay que caer en una resignación derrotada, convencidos de que “Dios quiere esto” y ya está. Dios no quiere muchas de las cosas que ocurren, y ahí nos toca a nosotros imaginar otros caminos.
María dijo: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38) |
Sin embargo, no todo puede ser contestación o rebeldía. Hay cosas que nos toca aceptar, por muchos motivos. A veces te exigiríamos más. Nos preguntamos por qué no has hecho el mundo un poco más plácido. Por qué las vidas tienen tormentas. Por qué la libertad es un arma de doble filo. Por qué el amor a ratos duele. Por qué los pobres, las enfermedades, las muertes prematuras. Por qué los propios demonios que a veces muerden. Y aunque brota, una y otra vez, el deseo de que algo fuera distinto, también hay una sabiduría muy humana en aceptar parte de la vida como es. Aceptar alguna que otra dosis de fracaso. Aceptar la espera. Aceptar el misterio…
¿En qué quizás me siento demasiado conformista? |
¿Qué pienso que hay que “aceptar” en la vida? Y más en concreto, ¿qué pienso que tengo que aceptar en mi vida? |