Y, sin embargo, si hay algo muy humano es esa capacidad para perseguir algo; es la intensidad con que podemos anhelar; y es la tenacidad con que podemos luchar por aquello (o por aquellos) que de verdad nos importa. Merece la pena aspirar a algo, aunque a veces nos falten los ánimos o los motivos
No es fácil pero es humano
No es fácil, porque en ocasiones te faltan las fuerzas o las ganas. Porque a veces te sientes fracasar o extravías el camino. Porque en ocasiones te sientes tan inútil, tan mediocre o tan abocado al desastre… Pero bueno, ¿y qué si no es fácil? La vida misma es complicada, ¡caray! y para mucha gente terrible.
Podemos luchar por encontrar sentido. Por cuidar las relaciones. Por alcanzar las metas que nos proponemos. Por restañar heridas. Por encontrar nuestro hueco en el mundo. Por ser felices y hacer felices a otros. Por querer bien. Por ser queridos. Luchar por aquello en que creemos, aunque a veces creamos mal.
¿Cuáles son las luchas importantes en mi vida hoy en día? ¿Qué es lo que me resulta más difícil?
¿Por qué luchar entonces?
El Señor dijo a Abraham: “Sal de tu tierra, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré” (Gen 12,1)
¿Por qué no rendirnos? ¿Por qué no renunciar a los anhelos, para que así no duelan los malos tragos? ¿Por qué no vestirnos de indiferencia, pasar de todo, creer lo menos posible y vivir sin inquietud?
Porque estamos vivos. Y vivir es apostar, amar (como mejor sabemos, y aprender a amar mejor); vivir es construir, inventar, crear. Vivir es armarse de paciencia, de humildad, de coraje, de fe, de verdad –aunque en ocasiones nos fallen todas esas armas. Vivir es encontrarse, en los días intensos y en las etapas difíciles.
Es sentir, aunque a veces la vida duela un poco. Luchamos porque estamos vivos.